INMENSIDAD SIN DUEÑO
Desde la preñez del poema
se moja la tibieza de mi lágrima niño.
Desvisto lo militante
del vocablo.
La palabra va en mí.
Sube el aire
hecha luna y destino.
Duele cual guitarra al alba,
agreste, maderal en la fogata
de la sangre.
La palabra va en mí.
Se inaugura muchacha
en la aromada ternura del pan,
que las manos amor de mi madre
lo trastocaran en cielo.
La palabra va en mí.
Es verso,
río caudaloso,
mujer en celo
atardecida en nieblas
de un abril creciendo del misterio.
Se encinta de regiones
más verde que mi sed,
es la brasa incendiando
la lágrima del pueblo.
La palabra va en mí.
Y en el parto poema
ya es grito subversivo.
Y en la siembra del día,
inmensidad sin dueño.