miércoles, 28 de marzo de 2007

de Telam

ANTES DEL CONGRESO DE LA LENGUA"La lengua como factor básico para la inclusión social"El presidente Pedro Luis Barcia, presidente de la Academia Argentina de Letras, expuso en la mesa redonda "Cultura y literatura" su postura acerca de "la exclusión verbal que padece un número millonario de hablantes en las patrias integrantes de la comunidad panhispánica". Fue durante el Congreso de las Academias de Letras de la Lengua Española, en la ciudad de Medellín.
En nuestros días, las voces “inclusión” y “exclusión” sobreabundan en los
medios de comunicación y en las bocas fáciles de los políticos. Se habla de exclusión social, exclusión económica, exclusión cultural, y, a contrapelo, sobre la necesidad de convertir a los excluidos en inclusos para darles existencia real en la vida democrática .Pero nadie habla de la exclusión verbal que padece un número millonario de hablantes en las patrias integrantes de la comunidad panhispánica. Nuestra concepción es que por la lengua es por donde se debe canalizar la inclusión para que todos los derechos del ciudadano estén preservados.Comencemos por las palabras. El verbo latino includere significa, elementalmente, “incluir”, “poner una cosa dentro de otra”: una moneda en la alcancía, una cita en un discurso y a una persona en el seno de una comunidad. En esta primera acepción aludiría a una “inserción”, que, a su vez, tiene dos modos de concretarse: por “incrustación”, como la gema en un joya, labor se supone forzada y externa, o bien “engarzamiento”, lo que no modifica la condición de la gema, incrustada o engarzada, con más o menos orfebrería, pues la naturaleza de la piedra no se altera, y no se integra a la base.La otra forma es inserción es por “incorporación”, que nos habla de integrar armónicamente un elemento en un conjunto, del que, la parte incluida, pasa a ser constitutiva, compositivamente hablando.Estos distingos, de apariencia física, son perfectamente aplicables a la realidad social en una comunidad, donde en efecto, hay “incrustados” e “incorporados”. Y esto se da en lo social, político y educativo.Pero otra acepción de includere es “encerrar”, en la cárcel, por ejemplo, o ahogar la voz que quiere manifestarse. Y esto ya resulta paradójico.Los desamparados, los sin protección paterna, son incorporados a La Inclusa, en Madrid. En el Buenos Aires del período hispánico –designación que es más precisa que “colonial”, como nos enseñó el insigne historiógrafo José Luis Romero, - los huérfanos eran recibidos en la cada de Niños Expósitos, así llamados porque eran abandonados en la calle, en los umbrales, sin cobertura que los protegiera. Eran los que hoy llamamos, con alguna variante, “los sin techo”.La propuesta, desde la lengua, es liberarlo al hombre mediante laex-presión, esto es la liberación por la palabra. Nuestra educación, en los últimos diez años, convirtió a los muchachos en “inclusos”, pues la escuela los incorporó pero operó como simple contenedor: estaban dentro del sistema, pero no progresaban en el manejo de su expresión. Se los hacía pasar de grado y de año, pero, en rigor, no se los promovía. Al egresar, eran, y en gran proporción sigue siéndolo, meros expuestos sociales. Pasaba de falso incluso a expósito lingüístico. No fue habilitado en el manejo básico de su lengua y, por ello, permanecía cautivo de sus limitaciones expresivas.Cuando algún periodista me pregunta sobre la libertad de expresión en mi país, le respondo que padece un fuerte cercenamiento, y que no se ven reacciones de recuperación, dicho sea más allá de los pleitos periodísticos reales: el muchacho y la chica que no son dueños de las posibilidades potenciales de la lengua, no pueden ejercer el derecho a la libre expresión, pues son víctimas de su indigencia expresiva. No pueden articular una frase coherente, y, menos una exposición brevemente sostenida. Y así privados del bien cultural de la lengua común, se les coarta el acceso al resto de los bienes culturales. La lengua es el tejido conjuntivo de una comunidad. Si usted participa de ella está integrado al seno comunitario, si no es un excluidoEstimo que, salvo grados de profundización de este estado de cosas, la situación es, quizás, más o menos común a todas las naciones hispanoamericanas. Se trata de una realidad generalizada. De allí que las reflexiones que aquí ordeno aludan a espacios más amplios que el argentino.Un porcentaje muy elevado de nuestros muchachos, de todas las clases sociales y, claro, más agudamente, de las carenciadas, está por debajo de la línea de pobreza lingüística. Este diagnóstico es preocupante, por varias razones, y por sus consecuencias. La persona que no puede articular su discurso, no puede dialogar, no puede expresar con claridad lo que pide, por lo que protesta, o lo que denuncia. Y lo que no sale por la boca, sale por el puño, el palo, la pedrada, el corte de calle de los piqueteros urbanos, porque la lengua es una eficaz y primera mediadora. Faltando ella, no se da el primer puente que debe tenderse en situaciones de conflicto. Esto parece no ser visto por los gobiernos.Es curioso que se busca y habla de la equidad en todos los terrenos, pero no en el lingüístico. Una persona discapacitada verbal es una pieza fuera del sistema social. Trabará los movimientos de relación y de intercambio.El 60 % de los egresados de nuestro polimodal no están habilitados ni para la exposición oral, más o menos coherente y diserta, ni para el manejo de la lectura comprensiva. Es una situación repetida la del muchacho recién salido de la escuela secundaria que, por su incapacidad para mantener una entrevista personal con un jefe, cuando aspira a un empleo, o porque no entiende las consignas para llenar el formulario exigido, pierde la posibilidad del trabajo. Estos son claros casos de excluidos laborales por razones lingüísticas. Lo mismo pasa en el ingreso a las universidades.La enseñanza y el aprendizaje de la lengua común consolidan una democracia participativa. Uno de los puntos neurálgicos de la vida democrática es la libertad de expresión que un minusválido expresivo no puede ejercer. Pasa a ser un ciudadano de segunda, a quien le está vedado el derecho al diálogo, a la réplica, al cambio de opiniones.La indigencia expresiva es un cáncer para el sistema democrático. El indigente verbal no puede peticionar a las autoridades, denunciar los abusos, defender sus derechos, expresar sus sentimientos de adhesión o rechazo. Esa orfandad toca la médula del sistema de la democracia.Nada digamos del hecho de que la lengua está asociada al pensamiento crítico. Somos nuestra lengua. Las declaraciones abundan desde Wigenstein, hoy muy de moda, hasta nuestro Pedro Salinas: el hombre se posee y es dueño de sí en la medida en que es dueño del lenguaje.En el caso de nuestros muchachos, hoy lo principal no es la falta de corrección, o la vulgaridad, que de por sí son graves, porque es más grave aún la pobreza lingüística que padecen por mala educación y que se agrava en penuria expresiva por el modelo impresito de muchos programas televisivos.La educación lingüística del muchacho debe acudir con urgencia a superar estas limitaciones de indigencia verbal, por un lado, y discapacidad para armar un discurso en el que confiar su experiencia o su reflexión básicos. La expresión, se sabe, no hace al hombre completo, sino se da la comunicación correlativa. El hombre no es un animal que habla, según la vieja fórmula. Eso es un hecho unilateral. Es más que eso. Por un lado es un animal, si se quiere, que dialoga, y, en segundo lugar, como dice José Ferrater Mora, no es un mero animal parlante: es un ser que reflexiona sobre su habla, y esto le da dignidad y conciencia de expresión. Más allá de la decadencia en la enseñanza del sistema de la lengua y su ejercicio en los muchachos, se ha ido dando una exclusión gradual en las aulas del cultivo de la oralidad, en todos los niveles de la enseñanza. Esto es sumamente grave porque en el hombre común, en el ciudadano, el 90 % de las actividades lingüísticas cotidianas son de índole oral. Solo un 8 % corresponde a la lengua escrita y el 2 % restante al lenguaje gestual.Pese a esta realidad palmaria, se ha ido amorteciendo la práctica de la oralidad desde la primaria a la universidad. Se reducen los debates, imposible de mantener en un aula secundaria con 40 alumnos y en una clase universitaria, con 300; se anulan los exámenes orales, en aras del escrito que es más rápido de gestionar y más seguro de corregir, etc. El discurso oral se arrincona y languidece y agoniza.De las cuatro destrezas que la escuela –y los niveles docentes sucesivos- deben desarrollar en el muchacho: hablar y escuchar, leer y escribir, todos los esfuerzos, tradicionalmente se han volcado a la segunda dupla, en tanto la primera, hablar y escuchar, quedan sensiblemente desatendidas por dos razones: por estimarse, desde un supuesto falaz, que un niño naturalmente habla y escucha sin dificultad y con espontaneidad; y la segunda porque el prestigio de la escritura impuso su grafosfera en todos los planos de la actividad humana y ha privilegiado la enseñanza de la lectoescritura en el campo lingüístico. La oralidad ha padecido una evidente postergación didáctica, cuando, en rigor, es la vía de expresión y comunicación más directa y sostenida en la vida cotidiana.Se impone el rescate de la oralidad como formadora del ciudadano opinante. Y la forma más valiosa de la oralidad que está en crisis es el diálogo La lengua dialogal, el más efectivo espacio de relación humana en la escuela y en la universidad, no resulta atendida suficientemente. Decía Alain Bloom que la universidad es socrática o no es, es decir, es dialógica o desvirtúa su propia esencia de comunicación entre maestros y discípulos. Ninguno de los ámbitos docentes enseña a dialogar.La oralidad no admite sustitución del sujeto de nuestros profesohablante, sí la escritura, desde los negros que asistían a los autores de los folletines periodísticos a los secretarios redactores de discursos presidenciales.Tenemos una seria dificultad más para el rescate de la oralidad y del manejo expedito de la lengua materna: la deficiente preparación de profesores de maestros. La raíz de esto estriba en la Universidad pues los profesores de letras que genera no tienen práctica de lengua oral, ni se les enseña las formas del discurso oral, y su formación lingüística es teorética. Esos profesores, egresados de la Universidad, dictarán cursos de formación para los maestros, y como nadie da lo que no tiene, las transferencia será paupérrima. La catarata o el efecto dominó va desde la universidad al niño escuelero. Son el maestro y el profesor los que deben proponerse como modelos vivos en el uso correcto y rico del sistema. Pero la deficiente competencia de los docentes, ya alarmante, se presenta como un escollo en el rescate del discurso oral y del manejo del sistema por parte de los muchachos.Urge desarrollar el diálogo en todos los niveles educativos, y aun desde la familia. La realidad actual ha hecho desaparecer la mesa del almuerzo que reunía a toda la familia y donde los más chicos hallábamos una escuela informal de diálogo. La mesa familiar operaba como simulador del vuelo dialógico para los menores, y aprendíamos a calibrar la intervención oportuna y prudente en el fluir de la conversación.El diálogo interpersonal es la base y modelo del diálogo intercultural. Y dejo de lado este campo vastísimo.Los valores humanos que el diálogo desarrolla en la persona para su inserción social en la sociedad democrática son más que relevantes: el respeto al interlocutor y al contexto, la adecuación, la escucha atenta del otro, la tolerancia activa, la flexibilidad, la comprensión, la consolidación de la propia identidad, la conciencia democrática de participación y convivencia.La educación dialógica -la cultura dialógica- no es tarea de una materia o asignatura: es tarea institucional. Todo docente y directivo deben ser maestros de diálogo, desde la escuela a la universidad.A compleja situación actual docente en la que la lengua ya no es estimada como “el cemento curricular”, como dijo María Montessori con acierto, se le suma la incorporación del adolescente, sino niño, a los nuevos medios digitales con la práctica del chateo y de la emisión de mensajes de texto. Las novísimas generaciones no solo no se demoran en el periódico, sino cada vez menos en la televisión, y se integran en nuevas vías electrónicas y nuevos medios en los que la lengua se va estrechando y deformando hasta lo irreconocible. El fenómeno que se está produciendo no es el de la creación de nuevos códigos lingüísticos, como dicen algunos pragmáticos, porque en verdad los diversos grupos de jóvenes adoptan abreviaturas diferentes, y convenciones grupales, que constituyen pequeñas tribus urbanas electrónicas y digitales. No más. No hay propuesta de códigos generales. Más, el lema de alguna compañía de teléfonos digitales, es como reza el anuncio de Telecom, “Inventá tu propio lenguaje”, con modalidad expresiva argentina. Es una inconsciente invitación a la muerte de la comunicación, paradójica propuesta de una compañía de comunicación que promueve el individualismo expresivo generador de una Babel celular en los mensajes de texto.Qué hace la AcademiaSe sabe que las radiografías no mejoran al paciente, solo la terapéutica ayuda. Nos sobran los diagnósticos y falla lo operativo. En otros trabajos hemos señalado las vías de recuperación desde los organismos de gobierno. Aquí apuntaré los que está ensayando nuestra Academia, para que no se nos abofetee con el insulto de Pero Bermudo a los infames Infantes de Carrión. “Lenguas sin manos”. Vamos a las manos, en el mejor sentido de la expresión: que ha hecho, hace y hará nuestra Academia en este panorama poco alentador. El lema es el de Pablo Neruda: “Dios me libre de inventar cosas cuando estoy cantando”. Hablemos de realidades:1. El estímulo de la lectura.a. Hace tres años la Academia publicó una sección “Reflexiones sobre la lectura”, en el diario porteño La Nación, a cargo de los académicos. El resultado fue un haz valiosamente variado de formas de acceso y motivación al contacto con los libros. Lo reunimos en un librito, que ya lleva dos ediciones, que nos regaló la Editorial Dunken, la encargada de nuestras producciones. Hemos distribuido, en reuniones con docentes, a lo largo de todo el país, más de 4.000 ejemplares. En la ciudad argentina más austral del mapa, en que se habla el español, Usuahia, en el viejo horno del antiguo penal (la escenografía era adecuada: los docentes seguimos siendo presos) reunimos 200 docentes y distribuimos el material y el entusiasmo entre ellos. Este gesto lo hemos repetido desde Tierra del Fuego a Salta.b) Hemos distribuido cajas de libros, con fondo nuestro y de nuestros académicos, en Bibliotecas Populares del País Interior. El año pasado, 2006, entregamos más de 7.000 libros.c) Las dos acciones señaladas hasta aquí –reuniones con docentes y distribución gratuita de libros- las podemos hacer con facilidad gracias a que hemos modificado la forma de incorporación de los nuevos académicos correspondientes: ya no viajan a la centralizadora Buenos Aires para su asunción, sino que una comisión de académicos se traslada a la provincia en cuestión, y en el seno del espacio en que vio nacer, crecer, desempeñarse, donde es escritor o docente, junto a su familia, se hace el acto oficial, con sus discursos de recepción y de su corporación. Todo esto lo hacemos sin gastos para la Academia: los asumen el Gobierno provincial y la Universidad local. La presencia de la Academia en el interior tiene un notable eco, al transformarse de porteña en argentina.Aprovechamos esa visita para tres actividades repetidas: conferencia de prensa, donde informamos sobre las actividades de nuestra Corporación; reuniones con docentes y alumnos de la Universidad, en tres comisiones: Lengua, Crítica Literaria e Historia de la Literatura y Creación Literaria; conferencias breves y diálogo con el público. Todo esto en el marco de la recepción del nuevo académico. Ya hemos realizado ocho reuniones provinciales de esta índole.d) Preparamos personalmente una nómina que bautizamos, sobre laprudencia titular que diera a su antología el maestro Pedro Henríquez Ureña: “Cien de las mejores obras maestras de la literatura universal”, -evitando lo inapelable de don Marcelino: Las cien mejores poesías de la lengua castellana)-, obras para el tercer ciclo de la EGB y el Polimodal (que acaban de retornar entre nosotros, a partir de la nueva ley de educación aprobada este mes de diciembre, después de la epigónica copia de la LOGSE española, a primaria y secundaria)El Ministro de Educación, que conoció nuestra lista, nos pidió que la hiciéramos confirmar por la Academia. Así lo hizo el Cuerpo, para nuestra satisfacción. El Ministerio adoptó 90 de los 100 títulos y, sobre nuestras propuestas, ha llamado a licitación para ediciones de 15.000 ejemplares de cada obra, para distribuir entre las bibliotecas escolares.Cuatro provincias, en revistas culturales y en suplementos de diarios locales, han publicado íntegro nuestro trabajo de fundamento y selección, para que todos los docentes provinciales dispusieran de dicho material.2. El comentario de textos.Dice el proverbio africano: “Usted puede llevar el buey al agua pero no puede obligarlo a beber”. Esto pasa con la lectura. Es un aporte fundamental que el muchacho y la chica tengan a mano los libros, pero la breve distancia que media entre la mano y el texto puede ser infinita. Lo único que lo salva es la debida motivación docente y la creación del hábito lector. Esto está seriamente vulnerado en nuestra realidad. Para restaurar la situación se impone retomar el comentario y análisis de textos. Este ejercicio ha sido excluido de nuestras universidades –donde ha crecido, en detrimento de otras actividades, la pura teoría abusiva- y, con ello, de la práctica del futuro docente, que, por el efecto dominó invertido, no lo ha de llevar a la formación de maestros ni estos al aula infantil y adolescente.Hemos diseñado en nuestra Academia, un curso para docentes sobre comentario y análisis de textos literarios, desde varios ángulos de abordaje. Lo lanzaremos sobre mediados de este año, para agentes multiplicadores, y con ello contribuir a subsanar en algo la ausencia universitaria en esta formación esencial para motivar la lectura.2. Relación de la Academia con los medios de comunicación en favor de la corrección lingüísticaa) Hace unos pocos años, la Academia Argentina llevó una recia arremetida mediática a favor de la lengua correcta y en contra de la expresión vulgar, soez, chabacana, y tan grave como esto, o más, la expresión pobre, paupérrima, de ciertos medios orales. En esta acometida estuvo acompañada por una serie de artículos de intelectuales argentinos que respaldaron nuestra preocupación y denuncia por la ineficacia de los órganos de control de los medios, en los campos dichos, establecidos por ley y el incumplimiento de dicha ley. Todo esto, como bien se sabe, es humo, en tanto no haya pérdidas económicas en los medios, o no reaccionen los anunciantes que, entre nosotros, han tenido doble discurso. En tanto, en aplicación de la ley no opere por parte del Gobierno con todos sus recursos, del Ministro de Educación, del Congreso, del Defensor del Pueblo, del Director del COMFER, organismo dibujado y conviviente, nada cambiará. El precio político inicial no lo quiere pagar nadie.b) Estimulado por la fructuosa reunión que supo pilotear la RAE y la AALE, en la cabeza con doble contenido unificado, a la inversa del águila bicéfala (animal fabuloso, al fin, que debería entrar en la zoología fantástica borgesiana) digo, la de don Víctor García de la Concha, con los medios escritos y orales en el lanzamiento del DPD, avanzamos en nuestro país. Hicimos un convenio con ADEPA (Asociación de Entidades Periodísticas de la Argentina). Esta institución reúne a casi la totalidad de los órganos periódicos del país. Los pasos del convenio son los siguientes:b.1) Creamos para los periódicos una sección que cristianamos “Por las dudas…” Todos los jueves, la Dirección de Comunicación envía, digitalizados, a ADEPA tres artículos del DPD relacionados con dominantes dudas argentinas, destinados a “Por las dudas…” que aparece en los diarios argentinos. Precisamos estas dudas, en relación con el Servicio de Consultas Idiomáticas de la Academia, que funciona por dos vías: telefónica y, ahora también por correo electrónico. Junto al material del DPD enviamos media docena de “argentinismos” recientemente aprobados. Vamos por la entrega 32ª, y seguiremos.b.2) El mismo material lo enviamos semanalmente, vía correo electrónico, a una Red de Radios y Programas que hemos ido tejiendo. Ya hemos alcanzado las 132 emisoras y programas.b.3) Hemos logrado el espacio para un Aula dentro de la Academia. Antes, debíamos dictar nuestros cursos afuera, en sitios prestados. Ahora la gente entrará en la Academia. Y que Dios los ayude, y nos ayude. Para instalar el Aula, Intel nos donó 21 PC y Microsoft, donó el XP y office. Ahí dictaremos cursos presenciales para periodistas. Los profesores los pagará ADEPA. Pero como cubriremos solo la ciudad de Buenos Aires, estamos gestionando para que Microsoft nos de su apoyo digital para el lanzamiento de un Aula Virtual para todo el país.En esa Aula Virtual podremos impartir clases para periodistas, primero y, luego, a docentes. Ya hemos diseñado un primer programa de “Caracterización y uso de los diversos diccionarios”. Contamos entre los docentes a los jóvenes magísteres egresados de la Escuela de Lexicografía de la RAE, íntimamente vinculados a la Casa.c) Hemos creado, a partir de la experiencia de haber sido sede de la Secretaría funcional del III CILE, la División de Comunicación de la Academia, al frente de la cual hay, desde ese Congreso, un licenciado en Comunicación, que es quien articula con ADEPA, las radios y los medios. Le vemos mucho futuro a este espacio nuevo.Entre tanto las autoridades gubernativas se decidan a asumir que por el idioma se produce una primera inclusión social del adolescente o del adulto carenciado, nos esforzaremos en aportar, desde el ángulo académico, cuanto podamos a favor de los pasos para que la lengua sea factor básico de inclusión social.