sábado, 28 de abril de 2007

cuento corto- at. Nélida Pellegrini -SADE-ESCOBAR

Cuento popular belga. (PARA REFLEXIONAR)

Erase que se era un soldado que venía de la guerra. Llegó un día a un pueblo, un día en que frío soplaba el viento, el cielo era plomizo y el pobre soldado tenía hambre. Se detuvo ante una casa de las afueras y pidió algo para comer.
-No tenemos nada, ni siquiera para nosotros- le dijeron, de modo que el soldado siguió su camino.
Se detuvo en la casa siguiente y volvió a pedir un mendrugo.
-No tenemos ni para nosotros mismos- le volvieron a decir.
-¿Tenéis acaso una gran olla? - preguntó el soldado.
-Sí, tenemos un gran caldero de hierro.
-¿Tenéis un poco de agua? – siguió preguntando.
.-Sí, de eso hay mucho.
-Llenad el caldero de agua y ponedlo en el fuego – dijo el soldado- pues yo tengo una piedra para hacer sopa.
-¿Una piedra para hacer sopa?- preguntaron -¿Qué es eso?
-Pues es una piedra con que se hace sopa – explicó el soldado. Todos se reunieron en torno a él para ver la gran maravilla.
La dueña de casa llenó la gran olla con agua y la colgó sobre el fuego. El soldado sacó una piedra de su bolsillo, una piedra que no parecía muy diferente de las que uno puede recoger en la calle, y la arrojó a la olla.
-Ahora dejadla que hierva – dijo. De modo que todos se sentaron a esperar que el agua hirviera - ¿Podéis darme un poquito de sal?- dijo el soldado.
-Por supuesto- dijo la mujer. El soldado tomó la sal y la puso dentro de la olla. Todos se sentaron de nuevo.
-Unas pocas zanahorias no vendrían mal a esta sopa- dijo el soldado
-Oh, si es por eso, tenemos algunas- dijo la mujer, sacándolas de debajo de un banquillo donde las había visto el soldado y se las entregó. De modo que pusieron las zanahorias en el caldero. Mientras tanto el soldado contaba sus aventuras.
-Unas pocas patatas espesarían un poquito la sopa ¿no les parece?
-Tenemos algunas –dijo la hija mayor- las traeré- Y así fue que las agregaron a la olla
.
-Una cebolla da muy buen gusto- dijo el soldado.
-Corre a la casa del vecino y pídele una- dijo el granjero a su hijo menor.

.-….y no he probado repollo desde que salí de la casa de mi madre - decía el soldado.
-Corre a la huerta y arranca un repollo –dijo la madre a una niñita que salió corriendo y volvió con el repollo que agregaron a la sopa.
-No tardará mucho – dijo el soldado
-
En ese momento llegó el hijo mayor que había cazado dos conejos.
-¡Justo lo que necesitamos para darle el toque final!- dijo el soldado y, en pocos minutos, los conejos estuvieron en la olla.
Por fin la sopa estuvo lista y a todos supo muy bien. Hubo suficiente para el soldado, el granjero, su mujer y los hijos.
-¡Es una sopa maravillosa! – dijo el granjero
-¡Es una piedra maravillosa!– dijo la mujer.

-Lo es- dijo el soldado- y siempre os dará el mismo resultado si utilizáis la misma receta que os enseñé hoy.
Terminada la sopa, el soldado se despidió y le dio a la mujer la piedra para pagar la hospitalidad.
La buena mujer le agradeció muchísimo, y el soldado siguió su camino.
Por suerte encontró otra piedra antes de llegar al pueblo siguiente.