domingo, 12 de septiembre de 2010

at. Rolando Revagliatti

                                   
                                                    THEODORE GUDIN
                                      

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Hemos agregado enlaces de ida y vuelta desde el índice a los poemas y viceversa para una navegación más cómoda por el documento.
A modo de prólogo, “El Condicional Abriendo”, por el escritor venezolano Teódulo López Meléndez, ilustrado por Andrés Casciani y con diseño integral y diagramación de Melisa G. Benacot.
Puede descargarse gratuitamente para ser leídas, impresas o incorporadas a bibliotecas virtuales, blogs, etc., las ediciones electrónicas en PDF y en versión FLIP (Libro Flash) de “Habría de Abrir”, poemario (inédito en soporte papel) de Rolando Revagliatti.

http://www.revagliatti.com.ar/act0910/HabriadeAbrir.pdf
http://www.revagliatti.com.ar/act0910/habriadeabrir.htm
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Desde luego, agradeceremos a quienes quieran y puedan divulgar, parcial o totalmente, esta gacetilla.Buenos Aires, la Argentina, septiembre 2010

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El Rinconcito de los escritores

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                                        Aída
                                 MEMORIA

“ POR ESE PRECIO.”.........EL ABUELO DOMINGO
Había que ser italiano y haber nacido en Calabria, para venir a la Argentina, con su mujer y sus dos hijos pequeños, Atanasio y Angelita, en busca de pan y trabajo. Claro, era el 1900, y Domingo tenía una fe inmensa en él y su familia. Creía que el trabajo dignificaba al ser humano, y Argentina era un potente crisol de razas. Había que tener poco más de veinte años, un deseo enorme de progresar, una autoestima gigante. Sé que trabajó sin parar, siguió amando hasta el último día de su vida a su mujer, María . Hijos, tuvo tres más: Francisco, Victoria(su nombre lo acercaba al recuerdo de su hijita Victoria que había fallecido en Italia) y Elisa.
Acompañó el crecimiento de su familia; siempre marcó los límites a cada uno, a tal punto que ya grandes, cuando alguno de los varones contaba en la mesa familiar, un cuento “subido de tono” , todos se reían menos él. Parecía que no le estaba permitido. Sin embargo, lo recuerdo llevándonos a mí , cuando tenía 13 años, y a mi hermanito de 8 años al cine. Me encantaba su firmeza, y por sobre todo, su idea de compartir una salida, que en aquella época, para nosotros, era el sumo del placer. Caminábamos por Triunvirato hacia el cine 25 de Mayo. Antes o después pasábamos frente a una fábrica de empanadas, cuyas empleadas rellenaban con carne la masa. Mirábamos asombrados, el ágil trabajo a través del vidrio de la fábrica y percibíamos con poco agrado el olor de la grasa ,que hervía mientras las armaban.
Hubo en la familia de Francisco muchas ocasiones para reunir a toda la familia, aún cuando cada uno se fue casando, teniendo hijos, armando una nueva familia: lo hacíamos en los cumpleaños, a fin de año, en la fecha del santo de cada integrante, para Pascua, para los bautismos, para los casamientos...Siempre había fiesta. Siempre había algo que nos llevaba a reunirnos, y Francisco cantaba, con su voz de hombre fuerte: “ Caminito”, que era el tango que había dejado más huella en su corazón. Los nietos e hijos aplaudían, y todos comíamos sin pensar en la obesidad. Si algún amigo o pariente llegaba a la hora del festejo, se lo invitaba a comer. Con seguridad el huésped disfrutaba y elogiaba los manjares preparados por la abuela y las hijas; entonces el abuelo , en voz baja, para que no lo oyera el visitante, decía a su mujer o hijo que estaba junto a él, “ Y, a ese precio”...Ironizaba, pero al mismo tiempo ponía de relieve el esfuerzo cotidiano del trabajo honrado de toda la familia. Cuando debía asistir a una fiesta ( de traje, cuello duro, camisa y corbata, como se usaba en los cincuenta) solía poner su grueso dedo entre la garganta y el cuello duro, y con ojos pequeños y vivaces, en su suave idioma decía: “Che male ho fatto io.”
No sabré nunca dónde va el alma de cada ser humano cuando abandona la vida. Pero estoy segura de que el alma del abuelo Domingo sigue plantando tomates, acelga, repollo, perejil, albahaca, para dar vida a otros seres que vinieron después de él, mientras canta con fuerza:“Caminito que el tiempo ha borrado…”


NORMA ABBIATICI.(de Ing Maschwitz)